En muchas familias hay un momento de tensión que se repite en miles de hogares: el momento de la comida. Cuando te conviertes en padre o madre, una de tus prioridades (como es normal) es que tu hijo o hija coma bien. Pero más allá de que coman una dieta equilibrada y con productos sostenibles o ecológicos, muchos padres y madres quieren que sus hijos dejen el plato completamente rebañado.

Si no es así, y no se queda el plato sin un gramo de arroz, es como si no hubieran comido. En ese momento, cuando te enfrenas a tus retoños para que se coman todo el plato, te viene a la cabeza la imagen de tu madre, o de tu abuela, porque treinta o cuarenta años atrás, ellas hacían lo mismo contigo. Si haces un poco de memoria, no te dejaban que quedara nada en el plato. En algunos casos, si te dejabas algo para comer, te lo dejaban para merendar. Y si no, para cenar. La frase «De ahí no te levantas hasta que no comas todo o hasta que ese plato quede vacío» ha hecho estragos.

Esto de obligar a los peques a comerse todo, tiene un nombre: «síndrome del plato limpio’, o ‘síndrome del plato vacío». Este síndrome, que sufren un importante porcentaje de padres y madres, consiste en la necesidad de terminar con toda la comida que hay frente a nosotros. Y aunque no lo parezca, es un factor de riesgo a la hora de desarrollar determinadas enfermedades, así como distintos trastornos alimenticios.

Por qué no es bueno aplicar en los niños y niñas

Cuando somos adultos, podemos tomar la decisión de lo que queremos o podemos comer. Para no desperdiciar comida, podemos echar la cantidad justa que sabemos que vamos a comer. Podemos optar por comer saludable, comer más o menos cantidad. Y si queremos más, podemos repetir. Pero cuando eres niños, hay que comerse lo que te ponga en el plato, tengas o no tengas hambre, o aunque se hayan pasado con la cantidad. Si como adulto vemos normal no comer más cuando estamos saciados, ¿por qué en el niño no puede ser lo mismo?

Con los peques, es tu responsabilidad que ellos aprendan a comer bien, a que tengan una buena relación con la comida y que, en definitiva, asienten una serie de buenos hábitos en la alimentación desde la infancia. Si desde pequeño alimentarse es una obligación, y el objetivo de comer ha sido que el plato quede vació, quede vacío, descuidaremos las sensaciones de hambre y saciedad. No podremos identificar si ya estoy lleno o no, si he comido suficiente, si puedo dejar de comer a pesar de queda comida en el plato.

Aplicando el «Síndrome del plato vacío», lo único que se consigue es que los peques tengan rechazo por la comida. En los casos más graves, en la adolescencia, o en la edad adulta, pueden presentar trastornos de la conducta alimentaria.

Consejos para evitar el síndrome del plato vacío

  • Además de respetar sus deseos (siempre dentro de unos mínimos, una cosa es no tocar el plato, y otra obligarle a comerse todo), hay que animarlo y motivarlo a comer, con comida variada.
  • Convierte la comida en un momento divertido y de encuentro familiar. Conversar de forma animada, contaros el día, preguntarle cosas… Hay que asociar el momento de la comida con un momento agradable; si tus hijos asocian ese momento con un drama, asociarán la comida como algo negativo.
  • No lo compares con sus hermanos, ni con otros niños.
  • No lo chantajees, ni utilices la comida como premio o como castigo.
  • Sírvele menos cantidad en el plato, para que la cantidad de comida se ajuste a la comida que tu peque necesita.
  • Verifica con el médico que el peso, la talla y la salud de tu hijo o hija es correcta. Si con lo que come tiene un desarrollo correcto, está todo perfecto.

Yuganov Konstantin para Canva.com