Ya solo con mencionarlas, se nos ponen los pelos como escarpias. Las grasas trans son el mal personificado por los efectos nocivos que tienen en la salud. Su presencia en productos como la bollería o en los platos precocinados está a la orden del día. Y aún así, una parte importante de los consumidores todavía no son conscientes de los peligros que esconden.

El origen de estas pérfidas grasas está en el siglo pasado, cuando las compañías alimentarias buscaban sustituir las nocivas grasas animales por otras grasas de origen vegetal, pese al problema del origen líquido de este tipo de grasas. Para solucionar este problema, y dar consistencia a los productos alimenticios industriales, la solución fue solidificar este tipo de grasas mediante la hidrogenación parcial. El problema es que durante ese proceso, se formaban ácidos grasos trans.

grasas trans

Una vez que hemos visto (muy por encima), el origen de estas grasas trans, es el momento de hablar sobre los motivos por los que están tan mal vistas en el ámbito de la nutrición y de la salud. De entrada, al margen de que este tipo de grasas no aportan ni un solo beneficio al organismo, hay que destacar que las grasas trans industriales está relacionadas en múltiples estudios realizados a lo largo y ancho del planeta con un aumento de colesterol y con una elevada mortalidad, poniendo el foco especialmente en la mortalidad coronaria al elevar los niveles plasmáticos del colesterol malo y de los triguicéridos, reduciendo además el colesterol bueno.

Sumándose a la preocupación creciente entre ciudadanos, organizaciones médicas y del control de la calidad de los alimentos, la Unión Europea ha anunciado que en el 2021 va a limitar la presencia de grasas trans industriales en los alimentos con el fin de armonizar la legislación existente en los distintos países europeos. Con este reglamento comunitario se limitará la presencia de grasas trans a un máximo del 2% sobre el contenido graso de los alimentos en productos que aconsejamos siempre no consumir, como los platos precocinados, margarinas, pizzas, o productos de bollería, repostería y panadería.  Aún así, recuerda que pese a esa limitación, siempre será más sano comer un trozo de sandía, un plato de borrajas. Ya en el que en 2018 la OMS reclamó su eliminación de la cadena alimentaria.

Así que ya sabes, para mantener a raya las grasas trans, mira bien las etiquetas de los productos, y aléjalas de tu dieta.